Tras seis años de ausencia, el regreso del festival Vivo x el Rock evidenció la vigencia y necesidad de un evento de esta magnitud en la capital peruana. Desde los primeros acordes, la conexión entre el público y las bandas fue palpable, como si se tratara de un reencuentro largamente esperado con aquellos himnos que han marcado generaciones y que, una vez más, invitaron a desempolvar camisetas de giras pasadas para vivir la experiencia junto a amigos.
La dimensión del evento se hizo evidente desde el ingreso al recinto, obligando a los asistentes a tomar decisiones difíciles ante una programación diversa: ¿optar por la leyenda de Miki González o el ímpetu de Zen?, ¿apostar por la potencia de Deadly Apples o la intensidad de A.N.I.M.A.L?, ¿dejarse llevar por la nostalgia con Molotov o con Smash Mouth? Mientras algunos resolvían estos dilemas desde las filas del área gastronómica, otros preferían contemplar el Lurín Live —nuevo hogar del festival— desde lo alto de la rueda de la fortuna.
La jornada dio inicio con la fuerza de G3, Masacre y Miki González, quien, acompañado por Los Mirlos, ofreció una propuesta singular al fusionar rock con cumbia amazónica. Conforme avanzaba la tarde, bandas como Difonía, La Mente e Inyectores reafirmaron la solidez del rock nacional, mostrando el talento y la energía de la escena local.
La transición hacia la noche estuvo a cargo de Capital Cities, que con éxitos como Kangaroo Court y Safe and Sound transformaron el espacio en una pista de baile improvisada. Paralelamente, el público más afín al metal —muchos luciendo casacas decoradas con parches de conciertos pasados— se alistaba para una velada cargada de adrenalina.
El sonido de una guitarra eléctrica bastó para congregar a los asistentes dispersos. Un golpe de batería marcó el compás y, de inmediato, la multitud se volcó hacia el escenario principal. Deadly Apples desplegó una potente combinación de metal e interacción con el público, agradeciendo constantemente entre canciones. Las banderas de Colombia y México ondeaban con fuerza cuando el vocalista pidió abrir el círculo: “¡Esperen… ahora!”. La explosión fue inmediata: cerveza, camisetas y euforia volaban por los aires en medio del pogo.
Molotov, fiel a su estilo irreverente, incendió el escenario con su energía característica. Por su parte, Smash Mouth despertó una oleada de nostalgia colectiva, convirtiendo el festival en un karaoke masivo al ritmo de All Star, mientras imágenes de Shrek acompañaban en las pantallas gigantes.
Desde los clásicos del thrash metal de Anthrax, hasta los himnos alternativos de La Liga del Sueño, la programación celebró a múltiples generaciones. No obstante, el punto culminante de la noche llegó con la esperada presentación de Marilyn Manson.
El fervor del público se percibía incluso antes de que el artista subiera al escenario. Ataviados con cuero y maquillaje oscuro, sus seguidores coreaban su nombre con los puños en alto. Con The Beautiful People, el ambiente se tornó explosivo. Y con su versión de Sweet Dreams, Manson demostró que su presencia escénica sigue siendo tan poderosa como siempre.
Hacia el cierre del festival, Los Fabulosos Cadillacs sorprendieron al público con una propuesta que invitó incluso a los más serios a bailar, rompiendo con cualquier estereotipo. Finalmente, Avenged Sevenfold selló la jornada con una presentación impecable, recordándole a todos que el rock no pertenece al pasado, sino que permanece vigente, esperando espacios como este para renacer con renovada intensidad.